Con la llegada del verano y de las altas temperaturas, las grandes ciudades se caracterizan por ser un 'horno', donde ni los ventiladores ni el tomar bebidas heladas frenan esta sensación de calor constante. En términos meteorológicos, estos núcleos se denominan como islas de calor, término que se atribuye al "fenómeno que se produce en aquellas zonas urbanas en las que se dan temperaturas más altas respecto a sus zonas circundantes debido a la actividad humana", explica Samuel Biener, meteorólogo de Meteored, a 20minutos.
La causa principal que hace que ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia o Zaragoza sean claros ejemplos de islas de calor se debe a que "por las noches, materiales como el hormigón y el asfalto liberan gran cantidad del calor que han acumulado durante el día, lo que provoca que las temperaturas mínimas no bajen tanto como deberían en zonas urbanas", detalla, por su parte, Marta Almarcha, meteoróloga de eltiempo.es.
Con ello, la diferencia de temperaturas entre los núcleos urbanos y rurales suele estar "entre 3 y 4 °C", comenta la experta. Sin embargo, este fenómeno puede dejar "diferencias de temperatura aún mayores en episodios de ola de calor y es proporcional al tamaño de las ciudades".
Asimismo, que en los núcleos urbanos no haya apenas vegetación o zonas verdes, algo que "facilitaría la evaporación del agua o la transformación de la energía solar", hace que se produzca este efecto. "Los grandes edificios bloquean el paso del viento, dificultando así que las corrientes de aire ventilen la ciudad", añade el meteorólogo.
En invierno también hay islas de calor
Aunque sea un fenómeno que se produce, sobre todo, en los meses estivales, puede darse en cualquier época del año. De hecho, según los estudios, "este efecto es más acusado en situación de frío", alegan los expertos.
En invierno, estos cambios de temperatura entre el centro y las afueras de la ciudad son incluso "más bruscos", considera Biener. "Puedes estar a las afueras de la ciudad y que esté nevando y cuando entras en el centro, la situación cambie por completo", explica. Que existan las islas de calor "también evita que algunos días se produzcan heladas en las grandes ciudades", añade Almarcha.
Insomnio, calidad del aire y consumo energético
Para escapar de las islas de calor durante el verano, "la gente que se lo puede permitir tiene campos o parcelas a las afueras de la ciudad", comenta Biener, a las que se trasladan. Evitan así esa sensación abrumante de calor, que llega a provocar problemas de salud tales como insomnio, deshidratación, malestar, cansancio, problemas respiratorios e incluso el aumento de la mortalidad por golpes de calor.
En cuanto a las consecuencias meteorológicas, llaman la atención el "empeoramiento de la calidad del aire" y "el importante ascenso de las temperaturas nocturnas", sobre todo en la mitad sur de la Península y en la vertiente mediterránea, ya que este efecto se mezcla con la humedad y conlleva con ello que se den las conocidas como noches tropicales. También existen consecuencias económicas, destacando el "incremento del consumo energético al necesitar el uso del aire acondicionado por las noches en muchos hogares".
Infraestructura sostenible e impuestos verdes
No obstante, para minimizar y reducir el impacto de las islas de calor en las ciudades y sus habitantes, cada vez se recogen más soluciones y alternativas. Entre ellas se encuentran:
- La arquitectura bioclimática, que incluye la implementación de energías renovables.
- La instalación de cubiertas de vegetación para mitigar el calor.
- El aumento de las zonas verdes, que funcionan como pequeños oasis.
- La creación de infraestructuras sostenibles para fomentar un crecimiento ecoverde.
- El empleo de la movilidad sostenible, puesto que el coche es uno de los principales causantes de la contaminación urbana que contribuye al aumento de las temperaturas.
- La institución de impuestos verdes para cambiar los hábitos de vida de los ciudadanos, incorporando manzanas verdes, regenerando espacio público y apostando por la educación ambiental.
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